domingo, 31 de octubre de 2010

El Liderzgo En La Iglesia

El Liderazgo En La Iglesia


El liderazgo en la iglesia por disposición divina es: “ancianos en cada congregación” (Hch. 14:23). Mientras no tiene ancianos, la iglesia, tienen necesidad dirección sabia, necesita hombres que sean espirituales, crecidos, fuertes en Cristo y lo suficientemente estable como para cuidar el rebaño del Señor. Este tipo de hermanos que desarrollan este liderazgo, generalmente son los predicadores, maestros y evangelistas que están guiando a la congregación en su trayecto a la eternidad.
El apóstol Pablo dejó a Timoteo en Efeso para una misión muy espacial, desarrollar un liderazgo en una iglesia que presentaba problemas. Estas son las solemnes palabras del apóstol Pablo a su compañero predicador. “Pero tu sé sobrio en todo, soporta las aflicciones, haz obra de evangelista, cumple tu ministerio” (2 Tim.4:5) Estas palabras se ajustan al trabajo de todo cristiano que se desempeña en una posición de liderazgo en la iglesia del Señor, el objetivo de estos hermanos es “perfeccionar a los santos para la obra del ministerio” (Ef.4:11-12). Es de muy necesario para todo predicador entender la importancia de su influencia espiritual.
Se debe entender que el “liderazgo” es un privilegio no un derecho. Los líderes de Dios deben ser cuidadosos de los respectivos papeles que ellos ocupan. ¡Su trabajo tiene connotaciones eternas!
Todo varón que desempeña un liderazgo en la iglesia, ya sea de predicador o maestro, debe tomar seriamente su influyente papel. La predicación nada tiene que ver con un poder personal, esta tiene que ver con la responsabilidad que Cristo nos ha entregado “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor” (2 Cor.4:5). Se debe entender que las vidas de los que reciben la enseñanza son para siempre tocadas a través de la predicación, para un bien eterno o para una ruina eterna.
El apóstol Pablo nombra al menos tres formas en las que los predicadores conducen.

El Predicador Conduce a través de la Predicación de la Palabra de Dios.

Cuando las preguntas surgen, sus respuestas debieran venir de la Biblia (1 Ped.4: 11).
Pablo, en su instrucción a Timoteo enfatiza: “que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Tim.4:2). ¡Esto es más que una buena recomendación¡ Es un “encargo solemnemente” hecho por Pablo “en la presencia de Dios y del Señor Jesucristo” Esto involucra realizar la labor de evangelista.
No es el carisma, la sonrisa o la amistad del predicador, sino su predicación de la palabra, que conduce a la congregación a Dios (1 Tim.4:13). Prediquemos la palabra de Dios y la congregación será motivada espiritualmente y crecerá en Cristo (Ef.4:14-15).
Un buen predicador responsable tiene una agenda, una meta que alcanzar. Él está conduciendo a la congregación para volverse “semejante a Cristo” debe trabajar con la congregación “...hasta que Cristo se formado en vosotros” (Gál. 4:19).El predicador esta consiente que conduce a hombres y mujeres fuera del desierto del pecado llevándoles hacia el Señor. La senda por la que él les conduce está marcada por la palabra de Dios “...la cual es poderosa para sobreedificaros y daros herencia con todos los santificados” (Hech. 20:32). El predicador conduce con la Biblia.
Pablo ordena a Tito “Pero tú habla lo que está de acuerdo con la sana doctrina” (Tito 2:1).
También manda a Timoteo: “que prediques la palabra; que instes a tiempo y fuera de tiempo; redarguye, reprende, exhorta con toda paciencia y doctrina” (2 Tim.4:2).


El Predicador Conduce a través de su Ejemplo Personal.

Pablo advirtió a Timoteo absorberse en su obra al extremo que su “aprovechamiento sea manifiesto a todos” (1 Tim.4:15).
Timoteo debía ser un ejemplo “en palabra, conducta, amor, espíritu, fe y pureza” (1 Tim.4:12).
Las tristes palabras de Pablo a los Judíos “Tu, pues, que enseñas a otro, ¿no te enseñas a ti mismo?” (Rom.2:21) hacen fuertemente eco aquí.
Las personas quisieran más bien “ver” un sermón que solo “oírlo”. Algunas veces, los mejores sermones son perdidos debido al pobre ejemplo del hombre que los predico. Jesucristo, nuestro gran Maestro de maestro, nunca espero que los discípulos hicieran lo que él no hacia.
La conducta del predicador debe reflejar la sólida fe de uno que esta siguiendo a Cristo.
Sigan al líder, es lo que Pablo implico cuando dijo, “Sed imitadores de mí, así como yo de Cristo” (1 Cor.11:1).
Practicar lo que predicamos es lo que la congregación espera de todo predicador.
Si el predicador va a enseñar sobre la hospitalidad, entonces, él necesita demostrarla.
Si el predicador está enseñando el evangelismo personal, entonces, él debe evangelizar junto a la congregación. Si predica la santidad, debe ser santo, necesita mostrarlo con su vida.

El Predicador Conduce a través de su actitud.

Un predicador con actitud humilde, positiva y de sacrificio es altamente beneficioso para la congregación. Porque un buen líder es humilde; reconocer sus errores; puede aceptar la crítica, y separar la constructiva de la destructiva.
El buen liderazgo busca la alabanza de Dios más que el aplauso de los hombres; sacrifica la popularidad para hacer la voluntad de Dios.
Cuando hay una atmósfera positiva, de amor y unidad, que es vista entre los predicadores, esto es extendido a los miembros. Pablo recordó a Timoteo a no “ser contencioso, sino amable para con todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a los que se oponen” (2 Tim.2:22-24). La enseñanza se torna poderosa cuando va acompañada con una actitud paciente, amable y de mansedumbre. Algunas batallas se pierden debido a la manera en las que se trabajaron las actitudes. La arrogancia ahuyentará toda posibilidad de crecimiento. Esto sucede cuando el “predicador” se cree superior a sus hermanos en Cristo, cuando no valora el trabajo de sus compañeros de predicación. Cuando el “predicador” tiene un concepto muy alto de si mismo se torna vanidoso. En vez de desarrollar un liderazgo, quiere alcanzar una dictadura. Esta actitudes conducirán a relaciones improductivas y destruirá la iglesia que es de Cristo.
Si, como predicadores, queremos que nuestros hermanos “tengan la mente de Cristo”, entonces, esto debiera comenzar con nosotros, los que enseñamos.


El liderazgo en la iglesia, no es un derecho, es un gran privilegio.
Un gran misterios es este ¿Por qué Dios permitió que la Palabra perfecta de Su Hijo perfecto fuera enseñada por predicadores imperfectos?
Hay un gran honor en ayudar a conducir a otros al cielo (1 Tim.4:16).
No hay más noble misión a la que nuestros jóvenes puedan aspirar,
¡¡Nosotros que predicamos seamos ejemplo!!